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LOGROS MOTRICES EN LOS PRIMEROS AÑOS

CARACTERÍSTICAS DEL DESARROLLO INFANTIL El desarrollo infantil se caracteriza principalmente por ser un proceso dinámico, en el cual el recién nacido ya se encuentra en constante interacción con el medio en el que se encuentra.  A su vez, se trata de un proceso adaptativo, es decir, el niño puede modificar su comportamiento para ir adecuándose a las necesidades del mundo en el que vive. Se trata, sin duda, de un proceso continuo, en el que para adquirir una nueva habilidad es necesario poseer otras anteriores que lo sustenten.  Además, es un proceso no uniforme, cada niño va consiguiendo sus logros en momentos diferentes, aunque el orden de adquisición de los mismos sea igual. LOGROS MOTRICES Como sabemos, al principio de la vida humana los movimientos están controlados por los reflejos, poco a poco se van desarrollando las diferentes habilidades. Hacia el 1º mes: el bebé tiene la destreza de rodar. Hacia los 2 meses: la mayoría de las

TDAH

¿QUÉ ES?

TDAH son las siglas de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad. Se trata de un trastorno del neurodesarrollo en el que se encuentran alteradas determinadas áreas del cerebro, siendo una de las áreas diana la encargada de la función ejecutiva. 

Perdura a lo largo de toda la vida de la persona. Su identificación se puede realizar a partir de los 5 años, porque antes se puede confundir con nerviosismo e intranquilidad, conductas típicas de los primeros años de vida.

Este trastorno tiene tres características principales que son: dificultades en la atención, impulsividad e hiperactividad.



CRITERIOS

Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales vigente (DSM-5) los criterios para el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad son los siguientes:

A. Patrón persistente de inatención y/o hiperactividad-impulsividad que interfiere con el funcionamiento o el desarrollo, que se caracteriza por (1) y/o (2):

1. Inatención: 6 o más de los siguientes síntomas se han mantenido durante al menos 6 meses en un grado que no concuerda con el nivel de desarrollo y que afecta directamente a las actividades sociales y académicas/laborales: (Nota: los síntomas no son solo una manifestación del comportamiento de oposición, desafío, hostilidad o fracaso en la comprensión de tareas o instrucciones. Para adolescentes mayores y adultos (17 años o más) se requiere un mínimo de cinco síntomas).

  1. Con frecuencia falla en prestar la debida atención a detalles o por descuido se cometen errores en las tareas escolares, en el trabajo o durante otras actividades (por ejemplo, se pasan por alto o se pierden detalles, el trabajo no se lleva a cabo con precisión).
  2. Con frecuencia tiene dificultades para mantener la atención en tareas o actividades recreativas (por ejemplo, dificultad para mantener la atención en clases, conversaciones o la lectura prolongada).
  3. Con frecuencia parece no escuchar cuando se le habla directamente (por ejemplo, parece tener la mente en otras cosas, incluso en ausencia de cualquier distracción aparente).
  4. Con frecuencia no sigue las instrucciones y no termina las tareas escolares, los quehaceres o los deberes laborales (por ejemplo, inicia tareas pero se distrae rápidamente y se evade con facilidad).
  5. Con frecuencia tiene dificultad para organizar tareas y actividades (por ejemplo, dificultad para gestionar tareas secuenciales, dificultad para poner los materiales y pertenencias en orden, descuido y desorganización en el trabajo, mala gestión del tiempo, no cumple los plazos).
  6. Con frecuencia evita, le disgusta o se muestra poco entusiasta en iniciar tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido (por ejemplo, tareas escolares o quehaceres domésticos; en adolescentes mayores y adultos, preparación de informes, completar formularios, revisar artículos largos).
  7. Con frecuencia pierde cosas necesarias para tareas o actividades (por ejemplo, materiales escolares, lápices, libros, instrumentos, billetero, llaves, papeles del trabajo, gafas, móvil)
  8. Con frecuencia se distrae con facilidad por estímulos externos (para adolescentes mayores y adultos, puede incluir pensamientos no relacionados).
  9. Con frecuencia olvida las actividades cotidianas (como hacer las tareas, hacer las diligencias; en adolescentes mayores y adultos, devolver las llamadas, pagar las facturas, acudir a las citas).


2. Hiperactividad e impulsividad: 6 o más de los siguientes síntomas se han mantenido durante al menos 6 meses en un grado que no concuerda con el nivel de desarrollo y que afecta directamente a las actividades sociales y académicas/laborales: (Nota: los síntomas no son solo una manifestación del comportamiento de oposición, desafío, hostilidad o fracaso para comprender tareas o instrucciones. Para adolescentes mayores y adultos (a partir de 17 años de edad), se requiere un mínimo de 5 síntomas).

  1. Con frecuencia juguetea con o golpea las manos o los pies o se retuerce en el asiento.
  2. Con frecuencia se levanta en situaciones en que se espera que permanezca sentado (por ejemplo, se levanta en la clase, en la oficina o en otro lugar de trabajo, o en otras situaciones que requieren mantenerse en su lugar).
  3. Con frecuencia corretea o trepa en situaciones en las que no resulta apropiado. (Nota: en adolescentes o adultos, puede limitarse a estar inquieto).
  4. Con frecuencia es incapaz de jugar o de ocuparse tranquilamente en actividades recreativas.
  5. Con frecuencia está "ocupado", actuando como si lo impulsara un motor (por ejemplo, es incapaz de estar o se siente incómodo estando quieto durante un tiempo prolongado, como en restaurantes, reuniones: los otros pueden pensar que está intranquilo o que le resulta difícil seguirlos).
  6. Con frecuencia habla excesivamente.
  7. Con frecuencia responde inesperadamente o antes de que se haya concluido una pregunta (por ejemplo, termina las frases de otros, no respeta el turno de conversación).
  8. Con frecuencia le es difícil esperar su turno (como al esperar en una cola).
  9. Con frecuencia interrumpe o se inmiscuye con otros (por ejemplo, se mete en las conversaciones, juegos o actividades; puede empezar a utilizar las cosas de otras personas sin esperar o recibir permiso; en adolescentes y adultos, puede inmiscuirse o adelantarse a lo que hacen otros).
B. Algunos síntomas de inatención o hiperactivo-impulsivos estaban presentes antes de los 12 años.
C. Varios síntomas de inateción o hiperactivo-impulsivos estaban presentes en dos o más contextos (en casa, en la escuela o en el trabajo; con los amigos o parientes; en otras actividades).
D. Existen pruebas claras de que los síntomas interfieren con el funcionamiento social, académico o laboral, o reducen la calidad de los mismos.
E. Los síntomas no se producen exclusivamente durante el curso de la esquizofrenia o de otro trastorno psicótico y no se explican mejor por otro trastorno mental (por ejemplo, trastorno del estado de ánimo, trastorno de ansiedad, trastorno disociativo, trastorno de la personalidad, intoxicación o abstinencia de sustancias). 

Este trastorno puede presentarse de forma combinada, cuando se cumplen los criterios de inatención y de hiperactividad-impulsividad. También se puede presentar con el predominio de falta de atención, si se cumplen los criterios de inatención pero no los de hiperactividad-impulsividad o con predominio de hiperactividad-impulsividad si sucede al revés. 

¿POR QUÉ SUCEDE?

Ya en 1995, Bierderman et al., encontraron que la falta de atención y las dificultades en el control de los impulsos tienen un gran componente hereditario. Así, que los padres tengan TDAH (muchas veces no diagnosticado) es el factor de riesgo prenatal más importante.


Por otro lado, es importante destacar el estudio de Peris y Hinshaw (2003), en el que encontraron que la gravedad y el curso de este trastorno está relacionado con los patrones de interacción familiar.


¿CÓMO SE CONVIVE CON EL TDAH?


En general, cuando el menor empieza a tener y mostrar síntomas, los progenitores suelen achacarlo a un mal comportamiento del menor. Empieza a crearse cierta incertidumbre al ver que no son capaces de reconducir las conductas de sus hijos.  Luego llega el momento del diagnóstico y surgen muchas más dudas, se produce una gran búsqueda de información, se solicita ayuda, etc. 

Un clima familiar positivo es esencial para que toda la familia conviva de la mejor forma posible. En la mayoría de ocasiones, a los progenitores les afecta la inquietud de sus hijos, así como su impulsividad y descontrol emocional. "No me escuchas" es otra frase que repiten estos padres, sus hijos además. suelen mostrar dificultades para interiorizar normas y automatizar hábitos. Estos padres sienten que tienen que estar siempre encima de sus hijos ya que estos presentan baja persistencia en las tareas y baja tolerancia a la frustración. 

Por todo esto, los progenitores se sienten muy agobiados, sin paciencia, con los nervios a flor de piel... e incluso malos padres.

Así, el ciclo del clima familiar en estas familias se reproduce de la siguiente forma: la dinámica familiar se ve alterada por la frustración de los padres, enfados, peleas, discusiones, etc. (en este punto entran los enfrentamientos entre los progenitores en el caso de tener estilos educativos diferentes); esto alimenta las respuestas negativas tanto por parte del hijo como de los padres, provocando que la sintomatología aumente y no se tenga control sobre ella. Como vemos, se trata de un círculo que se nutre a sí mismo... por ello, lo primero que debemos hacer es ROMPER EL CÍRCULO.



Está claro que es una posición muy difícil y complicada pero debemos poner de nuestra parte si queremos cambiar la situación y ayudar a nuestro hijo y a nuestra familia. 

Recordad: somos el mejor ejemplo para nuestros hijos.


¿QUÉ PAUTAS PODEMOS SEGUIR?


Lo primero es conocer bien la situación a la que nos enfrentamos. Necesitaremos, también, la implicación de todos los miembros de la familiar, así como del centro escolar.

Debemos fomentar nuestras habilidades como padres, es decir, apoyar a nuestro hijo, elogiarlo, prestarle atención, compartir el tiempo con él.


  • Límites. El hecho de saber poner límites, siempre de una forma adecuada a cada niño y edad, consensuando y explicando (no de forma autoritaria) es lo primordial.
  • Las órdenes deben transmitirse de forma clara, en positivo. Mejor órdenes cortas y concretas. 
  • En caso de que no se lleven a cabo las órdenes o se sobrepasen los límites, debemos ser consecuentes con la conducta de nuestro hijo, para que asuma las consecuencias de sus acciones, haciendo hincapié en la propia conducta.
  • Trabajar la tolerancia a la frustración, es decir, enseñarle a frustrarse. 
  • Fomentar su autonomía e independencia a través de tareas apropiadas para ellos (recoger la mesa, guardar su pijama, se puede realizar una lista de tareas en la casa y que cada uno tache sus actividades diarias).
  • ¿Nos escuchas? La comunicación es muy importante, debemos asegurarnos de que nuestro hijo nos está escuchando (¡y viceversa!). Si queremos hablar con nuestro hijo y observamos que está viendo su serie favorita... pues... va a ser muy difícil que nos preste atención. Buscar momentos, crear situaciones para hablar, buscar palabras para indicar que la información ha llegado ("oido cocina")...
  • Para ayudar a nuestra rutina familiar puede ser muy útil establecer horarios y rutinas que además, ayudarán a automatizar ciertas conductas y le será mucho más fácil para recordar lo que debe realizar. 
  • Enseñanza y entrenamiento en autoinstrucciones.


La constancia en las pautas, animar y apoyar a nuestro hijo, transmitirle mensajes de forma positiva, concreta y directa, enseñarle habilidades sociales, resolución de conflictos.

OTRAS RECOMENDACIONES

En ocasiones, es muy positivo realizar programas de actividades que ayuden a nuestro hijo a mejorar sus capacidades atencionales, así como técnicas de estudio para que consiga mejores resultados en sus actividades académicas.

También, podemos enseñarle técnicas de relajación para ayudarle a reflexionar frente a la impulsividad que puede manifestar. 


Referencias


Biederman J, Milberger S, Faraone SV, et al. Family-environment risk factors for attention-deficit hyperactivity disorder. A test of Rutter's indicators of adversity. Arch Gen Psychiatry. 1995;52(6):464‐470. doi:10.1001/archpsyc.1995.03950180050007

Peris TS, Hinshaw SP. Family dynamics and preadolescent girls with ADHD: the relationship between expressed emotion, ADHD symptomatology, and comorbid disruptive behavior. J Child Psychol Psychiatry. 2003;44(8):1177‐1190. doi:10.1111/1469-7610.00199

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